Y ahora que la “L” es otra, quedan los recuerdos y las
experiencias de lo que allí pasaba, de las vidas que se quedaron y del tiempo
que se perdió, que no se puede recuperar.
Esta casa era una “oficina del mal”, las personas entraban
allí, pero muchas de ellas jamás salían. Se convirtió en un patíbulo donde el
orden se establecía día tras día.
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